Hola a tod@s: en
esta ocasión el tema que les presento es Interculturalidad, estrechamente
vinculada a la Diversidad Cultural. La consideración de la diversidad se
integra de manera ya más que necesaria en la actualidad. La Interculturalidad
hace referencia a la interacción entre grupos humanos de distintas culturas,
llevada a cabo de una forma respetuosa. Desde esta perspectiva, se entiende que
ningún grupo cultural está por encima del otro, es la idea de favorecer en todo
momento la relación justa entre sociedades y colectividades. Una de las bases
de la Interculturalidad es la comunicación basada en la apertura a la
Diversidad Cultural y el aprecio al conocimiento mutuo. Sin embargo, no es un
proceso exento de conflictos, por ello éstos deben resolverse mediante el
respeto, el diálogo, la escucha mutua, el acceso equitativo y oportuno a la
información adecuada, la búsqueda del encuentro, y el apoyo y la colaboración
por parte de todos los que convivimos en esta sociedad.
De izq. a dcha. Laritza Rodríguez, Lauren Van der Meer, Daniel Santos, Daniella Hormiga y Vanessa Ocampo Se prohíbe el uso de esta imagen sin autorización previa |
Es importante
aclarar que la interculturalidad no se refiere tan solo a la interacción que
ocurre, por ejemplo, entre un asiático y un latinoamericano, sino que también
hace referencia a la relación que sucede entre un habitante de la ciudad y uno
del campo, entre hombres y mujeres, niños y ancianos, etc.
No siempre se
ha hablado de diversidad a nivel social, resulta un concepto innovador, ya que
es a partir de la década de los 80 en adelante cuando, en el caso español, se
comienza a buscar soluciones para integrar a las personas con diferencias o con
necesidades educativas especiales. Se destaca el concepto integración en esta
etapa, la cual alude a integrar a los que se encontraban excluidos, carácter
que ha suscitado profundas críticas al respecto. Más tarde se pasó a hablar de
atención e inclusión de personas con necesidades educativas especiales y de las
minorías étnicas (LOGSE, 1990). Actualmente, (LOE, 2006), se habla por doquier
del concepto “atención a la diversidad”, relacionándolo con conceptos como
inclusión frente a integración, equidad frente a educación especial, y equidad
frente a igualdad.
En cuanto a
cultura se puede decir que ésta es “todo,” es decir, leyes , normas, valores,
incluso la forma de trabajar, de vestir, peinarse, los gustos, una moneda,
creencias religiosas, lenguaje, un edificio, etc., lo que determinará en gran
medida la forma de relacionarse de un individuo en la sociedad, sus relaciones
personales y laborales entre otras. A lo largo de estas páginas se tratará la
cultura disociada de la cualificación académica, del capital cultural (Bourdieu)
o nivel educativo, sin embargo, es importante destacar que éstos también tienen
relación con la cultura. Como ya se ha indicado, cultura es “todo,” se dice que
estamos determinados por ésta, pero no debemos olvidar que el individuo también
transforma la cultura, puesto que somos agentes activos (heredamos la cultura
pero también la modificamos).
Por otra parte cabe destacar
que cultura y sociedad son conceptos estrechamente vinculados, pudiendo haber
en una misma sociedad diferentes culturas y siendo imposible hablar de ésta sin
hablar de sociedad. Por tanto se restringirá el uso de la palabra cultura a los significados y valores que
los hombres de una sociedad atribuyen a sus prácticas. Así pues, definiremos la
diversidad cultural como la diferencia, variedad, disparidad y heterogeneidad
de creencias, religiones, idiomas, formas de vestir, pensar, valores, etc., que
se manifiestan y conviven en una misma sociedad, es decir, multiculturalidad.[1] Debido a la similitud semántica entre
multiculturalidad e interculturalidad consideramos oportuno destacar que
interculturalidad, al contrario que multiculturalidad, hace referencia a la
interacción, relación entre individuos con diferencias culturales (Maila, 2004).
CULTURA
A través de la cultura el hombre ve el
mundo, da un sentido a la vida en sociedad, orienta las relaciones con los
otros y guía la coexistencia de las sociedades entre sí. En ella están
implícitos los valores comunes y propios, también es un signo de pertenencia,
es un medio de socialización, educación y formación de la parte colectiva de la
identidad de los seres humanos, así pues es tradición o transmisión. Preservar los lugares simbólicos de
pertenencia y perennizar los canales de la transmisión es trabajar por la
salvaguarda de las culturas y obrar con vistas a la Diversidad Cultural, es una
forma de ver a los otros y relacionarse con ellos, es también la entrada a lo
intercultural. ¿Serviría de algo una cultura que no tiene en cuenta a los otros
en sociedades tan plurales como las nuestras? Toda cultura está orientada hacia
los otros y en ella surge la dialéctica de las relaciones interculturales,
siendo la interculturalidad una puerta hacia una cultura de paz y cooperación
entre conjuntos diversos y plurales (Maila, 2004).
EXPRESIONES CULTURALES
Por “expresiones culturales” se entienden a las distintas
manifestaciones de la creatividad de las personas y de los grupos sociales.
Estas manifestaciones comprenden, entre otras, las expresiones transmitidas a
través de las palabras (literatura, cuentos, etc.), el sonido (música, canción,
percusión, etc.), las imágenes (fotografías, película, etc.) en cualquier tipo
de soporte (impreso, audiovisual, informático, etc.), o a través de cualquier
acción (danza, teatro, etc.) u objetos (escultura, pintura, partitura, etc.).
La Diversidad Cultural se refiere a la multiplicidad de formas en que se
expresan las culturas de los grupos y sociedades. (UNESCO, 2005)
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Cabe destacar que en el momento presente, el Patrimonio Cultural
Inmaterial, se encuentra en una peligrosa situación de vulnerabilidad, ya que
dicho Patrimonio se compone principalmente por normas internas, ritmos,
significados, símbolos compartidos, etc., que forman una unidad desde la
perspectiva de la comunidad portadora, de su voluntad, sus criterios, sus
valores y sus necesidades en cada momento de su historia. Al contrario que la
dimensión material, la inmaterial está, en la actualidad y de forma creciente,
más sometida a influencias exteriores y a contradicciones que la hacen
vulnerable (Plan Nacional de
Salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial, 2011).
Tal y como destaca el Plan
Nacional de Salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial, debido a las
migraciones y la homogenización de la población, muchos de los bienes
inmateriales están perdiendo el arraigo que hasta hace poco les caracterizaba. Además,
las tecnologías de la comunicación proponen mensajes que homogeneizan las
pautas de vida, las relaciones sociales, los conocimientos, las técnicas y las
mentalidades. Esta homogeneización beneficia la multiculturalidad, pero puede
restar especificidad, y por tanto valor diferencial a las manifestaciones
culturales locales. Las maneras de vivir tradicionales que dieron lugar a lo
que ahora consideramos Patrimonio han evolucionado y se han aproximado a los
estándares impuestos por la cultura urbana. Por esta razón, constituye un reto
para las autoridades culturales identificar y contribuir a perpetuar el bagaje
cultural propio y de las distintas áreas culturales.
GLOBALIZACIÓN Y CULTURA
La Diversidad Cultural se manifiesta no sólo en las diversas formas en que
se expresa, enriquece y transmite el Patrimonio Cultural de la humanidad
mediante la variedad de expresiones culturales, sino también a través de
distintos modos de creación artística, producción, difusión, distribución y
disfrute de las expresiones culturales, cualesquiera que sean los medios y
tecnologías utilizados. (UNESCO, 2005).
La historia de los últimos 300 años es
una sucesión de acontecimientos que han vinculado, cada vez más, estrechamente
a las sociedades de todas partes del globo. Primero fueron los exploradores y
conquistadores, luego las empresas coloniales de las grandes potencias, las
emigraciones masivas, etc., hoy es el turismo y los avances tecnológicos. En
cuestión de pocos años, las sociedades de todo el mundo han quedado
interconectadas a un nivel inimaginable. Los aviones cruzan los océanos en
cuestión de horas, y en solo unos segundos pueden transmitirse textos, imágenes
y sonidos de un lugar a otro del planeta. Todo este proceso no deja indiferente
a nadie (Rodríguez, 2000).
La
evolución de la Diversidad Cultural en el seno de la sociedad global da nuevos
apoyos para explicar y comprender las diferencias en el marco de una teoría
antropológica de la cultura. La diversidad cultural, que irreductiblemente existe
y existirá, erróneamente es entendida desde la praxis como multiplicidad de
culturas cerradas cada una sobre su estructura singular (enfoque ideográfico),
en lugar de como rasgos y estructuras integrantes de la cultura humana. El
fenómeno migratorio sitúa a la especie entera en un mismo contexto, en el que
la integración de la Diversidad Cultural redundará en un enriquecimiento mutuo.
La evolución cultural produce novedades estructurales cuya posibilidad de
difusión es teóricamente indiscutible, y cuya tendencia a generalizarse a toda
la humanidad es un hecho frecuente, dando lugar a la globalización, ésta a su
vez, en ocasiones, da lugar a relaciones contradictorias de las culturas entre
sí (Rodríguez, 2003).
Cabe
destacar que la diversidad cultural existente se ve amenazada por la
mundialización, la cultura de cada grupo, se expone a grandes peligros debido a
este fenómeno (Maila, 2004).
El espacio
mundializado ha dado lugar a la mayor visibilidad de las culturas. El progreso
de las tecnologías de la comunicación también desempeñó en ello un papel
importante, hizo que la proximidad de las culturas se volviera palpable y que
su coexistencia fuera pensable (…) Este intercambio a escala mundial indica una
aculturación, una asimilación por parte de cada cultura (…) Sin embargo, en el
momento en que surge la diversidad y el pluralismo culturales, la cultura se
expone a grandes peligros. Podríamos decir que tres peligros acechan la
diversidad cultural (…)
Un primer peligro es
que la diversidad cultural se torne en ventaja de una «supercultura», una
cultura de culturas, que se impondría desde arriba a todas las culturas,
cubriéndolas y volviéndose de algún modo el idioma común de la mundialidad.
Éstas últimas quedarían entonces reducidas a un estatuto de «indigencia»,
dejando a la «supercultura» la función de decir y vehicular las
transformaciones del mundo, los nuevos valores y las innovaciones que importan
en la vida de los hombres.
El conjunto cultural
lingüístico anglosajón está a punto de ocupar esta posición dominante, mediante
su lengua, su potencia tecnológica y económica y su influencia en el universo
de los medios de comunicación (...) Se encuentran allí reunidos todos los
ingredientes de la hegemonía (...) El otro peligro que acecha es el repliegue
de las culturas y con ello a la diversidad cultural (…) reducida a los albures
del nacimiento, el color de la piel o la afiliación religiosa, da cuenta de la
función restrictiva y de exclusión que puede asumir la cultura en ciertas
circunstancias.
Las comunidades y los grupos que no comparten
la cultura, la lengua o la religión del grupo más poderoso sufren debido a su
diferencia las exacciones más duras. La identidad se vuelve una herramienta
destinada exclusivamente a la definición de sí mismo y el principio de una
oposición a los otros. El tercer peligro que acecha a la cultura se sitúa en el
plano internacional. La mundialización, antes de ser un acercamiento de los
espacios, es un poderoso revelador de desigualdades. (Maila, 2004.)
Consecuencias de estos aspectos negativos son los frecuentes choques
culturales derivados del desconocimiento mutuo, la exclusión social, la
tendencia a la asimilación cultural, la existencia de guetos y «nichos»
económicos, la baja autoestima individual o grupal, el rechazo, la xenofobia,
el racismo, etc. Es «el mundo patas arriba» en expresión afortunada de Galeano
(1998) (citado por Rodríguez, 2000).
La
globalización ha supuesto el nacimiento de relaciones entre las culturas,
tomando rasgos distintivos las unas de las otras mediante la mezcla y el
mestizaje, integrando cada una de ellas sus rasgos específicos en su espacio
social y simbólico propio. Muy lejos queda la época en que los pueblos
intentaban imponer a otros sus normas y valores mediante la fuerza. Por tanto
este intercambio a escala global denota una aculturación y asimilación por
parte de cada cultura de la esencia y sustrato de las otras.
Por otra parte, la identidad cultural y colectiva
debe ser un constructo que tenga en cuenta las raíces culturales propias junto
a la apertura hacia nuevas influencias y aportaciones. De este modo, la interculturalidad
dista del simple respeto pasivo a la presencia de otras culturas en nuestro
entorno, ello puede conducir a la consolidación de guetos que tarde o temprano
pueden entrar en conflicto. Así pues, potenciar los procesos que promuevan la
interculturalidad, supondrá una garantía para la consecución de una sociedad
mejor. Por tanto es tarea de todos, de la sociedad en general, contribuir a
fomentar este fenómeno, pero lo cierto es que no es así, se atribuye la mayor
parte de esta responsabilidad al sistema educativo, ciertamente la escuela
juega un importante papel, pero la promoción de la interculturalidad no debe
dejarse solamente a esta institución como si de un conocimiento formal se
tratase, puesto que ésta abarca muchos más espacio que los estrictamente
formales (Rodríguez, 2000).
EDUCACIÓN Y CULTURA
Todos estos procesos globalizadores
tienen gran repercusión y la educación no es una excepción, ésta también se ve
afectada por dicho fenómeno. Merino y Muñoz, (citados por Arnaiz y Martínez,
2000) dicen que en España, en la década de los ochenta, hablar de Educación
Intercultural equivalía a una educación para extranjeros inmigrantes, cuando en
realidad por Educación Intercultural debemos entender la educación de todos, lo
cual facilitará la convivencia dentro de una sociedad multicultural. "La
educación intercultural es, pues, un concepto construido sobre ideales
filosóficos de libertad, justicia, igualdad y dignidad humana que deben estar
contenidos en los documentos institucionales que rigen la vida de un centro.
La
educación intercultural deberá ayudar a todos los alumnos a desarrollar
autoconceptos positivos y a descubrir quiénes son en tanto sí mismos y en términos
de los diferentes miembros del grupo, ofreciendo conocimiento sobre la
historia, la cultura y las contribuciones de los diversos grupos a través del
estudio de las diferencias en el desarrollo, la historia, la política y la
cultura que los caracterizan. "Se entiende que dicha diversidad ha de
favorecer el enriquecimiento cultural recíproco, desarrollo de valores
(solidaridad, tolerancia, etc.), profundización en la democracia
(interculturalismo, participación, coeducación, etc.).
Sin embargo, es más frecuente la
aparición de problemáticas derivadas del desarraigo, de la barrera idiomática,
de la situación administrativa-legal, de procesos selectivos siempre en
detrimento de los sectores más desfavorecidos de la población, de las carencias
en políticas educativamente integradoras, de los insuficientes planteamientos
de Educación Intercultural por parte de los diferentes agentes educativos, etc.
(Rodríguez, 2000).
La
educación surge de la vida de los colectivos interesados, de sus valores y
experiencias y de sus expresiones culturales, debe ir más allá de incluir a los
excluidos y perdedores. Es, en definitiva, una propuesta ética, política y
pedagógica de transformación para la construcción de una sociedad
verdaderamente intercultural, cimentada sobre la vivencia de los derechos y el
cumplimiento responsable de los deberes y obligaciones. Sociedad, en
consecuencia, participativa, en la que se respetan la diversidad y las
diferencias, capaz de garantizar a todos el disfrute de los bienes de la
modernidad y el pleno ejercicio de la ciudadanía. (Rodríguez, 2000, p. 10)
Tal y como cita Rodríguez (2000) en palabras
de Tedesco (1995,73), «ningún sistema basado en la exclusión y el autoritarismo
puede ser sustentable en el largo plazo. Es por eso por lo que la demanda de
calidad para todos, basada en el supuesto según el cual todos los seres humanos
son capaces de aprender, constituye la alternativa socialmente más legítima.
Esta exigencia de democratización en el acceso al dominio de las competencias
socialmente más significativas tiene, además de un componente ético, un
evidente fundamento sociopolítico».
En la
actualidad y con la vista puesta hacia el futuro, se muestra patente la
necesidad de una primacía de las relaciones interpersonales, el dominio de
ciertos lenguajes, la educación de los sentimientos, como motores de la
conducta humana. En pocas palabras, hacer personas con capacidad de respuesta
al mundo actual y creadores de futuro (Rodríguez, 2000).
En los
países industrializados se habla de la «exclusión» como un fenómeno social,
económico y cultural de importantes proporciones, y una de las grandes tareas
de la educación en el futuro inmediato es contribuir a disminuir esta
marginación de numerosos grupos (minorías, inmigrantes, marginados sociales
etc.). (Rodríguez, 2000, p. 6)
La Educación Intercultural pretende conseguir
en todos los alumnos de todos los centros, a través de cualquier área y ámbito
curricular, una sólida competencia cultural, o lo que es lo mismo, toda una
serie de actitudes y habilidades que les capaciten para saber estar, convivir y
responder adecuadamente en una sociedad diversa, plural, democrática y
multilingüe. (Arnaiz y Martínez, 2000, p. 5)
Sin
embargo, se puede ver cómo determinadas prácticas escolares mantienen, acentúan
y legitiman las desigualdades sociales del alumnado, a base de no reconocer y
de no valorar sus diferencias culturales. En muchas ocasiones el modelo
educativo subyacente en la realidad educativa multicultural oscila entre un
modelo asimilacionista y el modelo compensatorio nada favorecedores para las
minorías étnicas. Frente a esto, debería ser posible una escuela igual y eficaz
cuya influencia supere las diferencias iniciales del alumnado de grupos
socioculturales diferentes, haciendo realidad los principios de igualdad y
equidad (Arnaiz y Martínez, 2000).
(Borrull
y otros, 1997; Arnaiz y Villa, 2000) (citados por Arnaiz y Martínez, 2000)
plantean que el profesorado se siente insuficientemente preparado para atender
al alumnado diverso culturalmente, la carencia de estrategias
didáctico-organizativas necesarias para la consecución de los objetivos hace
que parte del profesorado ante la incapacidad de enseñar a estos alumnos/as,
deje de sentirse responsable del aprendizaje de ellos. A todo ello hay que
sumarle que los docentes se enfrentan frecuentemente a problemas como no
conocer el nivel educativo y curricular del que procede el alumnado, y que
muchos alumnos/as no tienen documentación escolar o está escrita en un idioma
de difícil o nula comprensión para los occidentales. Lo expuesto anteriormente
refleja el panorama desolador con el que se encuentra este alumnado y reduce
notablemente las posibilidades y probabilidades de que estos tengan éxito en el
sistema educativo.
Por
otra parte, está el problema de la barrera lingüística, ésta no solo dificulta
el aprendizaje y repercute de forma negativa en la participación del docente en
el aula impidiendo el aprendizaje significativo, sino que también plantea grandes
interrogantes acerca de ¿qué tipo de actuación o actuaciones educativas serían
las más correcta? A su vez, da lugar a la valoración de si estas políticas son
beneficiosas o perjudiciales para las minorías étnicas y en qué medida. Ante
esta situación, cabe preguntarse qué tipo de actuación educativa sería la más
correcta, si una política de inmersión lingüística, o de combinación de la
lengua materna con el aprendizaje del español como segunda lengua (Arnaiz y
Martínez, 2000).
Tal y
como indican Portes et al. (citados por Arnaiz y Martínez, 2000) es especialmente
relevante el hecho de que cuando se incluye la enseñanza en ambas lenguas
(mayoritaria y minoritaria), el alumnado permanecen más tiempo en la escuela y
no tienden a abandonarla.
Por
todo ello, la Educación Intercultural ha de promover una nueva visión de la
inmigración, los estados promoverán que la escuela, la familia y los centros de
trabajo sean foros permanentes de sensibilización para la comprensión de la
inmigración como algo natural y saludable, evitando así el rechazo, la
segregación, asimilacionismo e interaccionismo, tan presente en la inmensa
mayoría de los programas, y el racismo hacia las llamadas minorías étnicas y
culturales (Arnaiz y Martínez 2000).
Tal y
como decía Abad, (citado por Arnaiz y Martínez, 2000) es urgente, pues,
emprender políticas de integración de las minorías inmigrantes en las
sociedades receptoras. Integrar es colocar a las minorías inmigrantes en una
situación que les permita ser participantes activos en la vida económica,
social, cívica, cultural y educativa del país de acogida, convirtiéndose en
agentes sociales activos y creativos, capaces de aportar lo mismo que de
recibir. En la Convención sobre la protección y la
promoción de la diversidad de las expresiones culturales se definió la
interculturalidad como la
presencia e interacción equitativa de diversas culturas y la posibilidad de
generar expresiones culturales compartidas, adquiridas por medio del diálogo y
de una actitud de respeto mutuo (UNESCO, 2005).
“La acepción
generalizada del término Interculturalidad hace referencia a la interrelación
entre culturas, por el contrario los términos Multiculturalismo y Pluriculturalismo
indican simplemente una yuxtaposición o presencia de varias culturas en una
misma sociedad” (Arnaiz y Martínez, 2000, p. 5). En la práctica, estos términos
se están confundiendo, mezclando y entrelazando, adquiriendo un significado
erróneo, dejando diáfanamente clara la necesidad de tomar medidas al respecto.
En esta línea, Bartolomé (2002:36) (citado por
Aneas 2005) ha planteado como en la actualidad la educación tiene que asumir
dos responsabilidades fundamentales: la lucha contra todas las formas de
exclusión social y la búsqueda de estrategias educativas que favorezcan el
desarrollo de valores, y la participación en un proyecto común de sociedad
donde cada persona tenga su puesto, su responsabilidad y su tarea.
Por todo ello, y con vistas al futuro,
es innegable el valioso efecto de la misma “en una sociedad en la que todos los que vivimos y trabajamos en ella
debemos aspirar a construir un proyecto común de sociedad y aprender a
desarrollar en este espacio común compartido, una sociedad democrática.
(Bartolomé, 2002:24)” (citado por Aneas, 2005)
COMPETENCIA INTERCULTURAL
Para
aportar claridad al tema y ver más claramente reflejada cuál es la situación
actual y cuál la deseable, es imprescindible destacar el valor de la
Competencia Intercultural en los diferentes contextos. En los ámbitos profesionales,
la Competencia Intercultural de una persona implicaría que se está
calificándola como “hábil, eficiente o apta para desarrollar sus tareas y
funciones en contextos profesionales multiculturales”, pero esta capacidad
comporta toda una serie de requisitos, actitudes, destrezas y conocimientos que
son los que permiten a dicha persona dar una respuesta adecuada a los
requerimientos de tipo profesional, interpersonal y afectivo que emergen de los
citados contextos multiculturales.
La realidad es que en la actualidad y con
vistas al futuro, ésta es una necesidad, por lo que dicha competencia ha de
convertirse en un elemento clave y una base primordial para el ejercicio de la
ciudadanía por parte de aquellas personas que se encuentren en contextos
multiculturales.
Las bases que determinan dicha
competencia intercultural se podrían establecer a partir de dos grandes
ámbitos, por un lado, la cualificación profesional y, por otro, las bases
psicosociales de las relaciones interculturales. Estas bases permitirán
relacionarse y superar los posibles retos y dificultades que puedan surgir
debido a las interacciones culturales (Aneas, 2000).
Así
pues, que quede claro desde un inicio: la Competencia Intercultural es un
atributo transversal, valorable y útil a todas las personas que trabajan,
estudian e interaccionan con personas de otras culturas y, por lo tanto,
posible recurso para el correcto ejercicio de la ciudadanía.
Por último, señalar que el fomento y desarrollo de la competencia intercultural a través de
medidas educativas que generen cambios duraderos, sostenibles y fácilmente
heredables de generación en generación, en mi opinión, supone una magnífica herramienta para paliar los frecuentes procesos de Violencia Simbólica (Bourdieu), evitando que se imponga una cultura que sólo es
la de la clase dominante, además de los choques existentes entre las diferentes
culturas, producto de las actitudes negativas que hay sobre la diversidad
cultural.
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[1]
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