miércoles, 26 de junio de 2013

Interculturalidad


Hola a tod@s: en esta ocasión el tema que les presento es Interculturalidad, estrechamente vinculada a la Diversidad Cultural. La consideración de la diversidad se integra de manera ya más que necesaria en la actualidad. La Interculturalidad hace referencia a la interacción entre grupos humanos de distintas culturas, llevada a cabo de una forma respetuosa. Desde esta perspectiva, se entiende que ningún grupo cultural está por encima del otro, es la idea de favorecer en todo momento la relación justa entre sociedades y colectividades. Una de las bases de la Interculturalidad es la comunicación basada en la apertura a la Diversidad Cultural y el aprecio al conocimiento mutuo. Sin embargo, no es un proceso exento de conflictos, por ello éstos deben resolverse mediante el respeto, el diálogo, la escucha mutua, el acceso equitativo y oportuno a la información adecuada, la búsqueda del encuentro, y el apoyo y la colaboración por parte de todos los que convivimos en esta sociedad.
De izq. a dcha. Laritza Rodríguez, Lauren Van der Meer, Daniel Santos, Daniella Hormiga y Vanessa Ocampo
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Es importante aclarar que la interculturalidad no se refiere tan solo a la interacción que ocurre, por ejemplo, entre un asiático y un latinoamericano, sino que también hace referencia a la relación que sucede entre un habitante de la ciudad y uno del campo, entre hombres y mujeres, niños y ancianos, etc.
No siempre se ha hablado de diversidad a nivel social, resulta un concepto innovador, ya que es a partir de la década de los 80 en adelante cuando, en el caso español, se comienza a buscar soluciones para integrar a las personas con diferencias o con necesidades educativas especiales. Se destaca el concepto integración en esta etapa, la cual alude a integrar a los que se encontraban excluidos, carácter que ha suscitado profundas críticas al respecto. Más tarde se pasó a hablar de atención e inclusión de personas con necesidades educativas especiales y de las minorías étnicas (LOGSE, 1990). Actualmente, (LOE, 2006), se habla por doquier del concepto “atención a la diversidad”, relacionándolo con conceptos como inclusión frente a integración, equidad frente a educación especial, y equidad frente a igualdad.
En cuanto a cultura se puede decir que ésta es “todo,” es decir, leyes , normas, valores, incluso la forma de trabajar, de vestir, peinarse, los gustos, una moneda, creencias religiosas, lenguaje, un edificio, etc., lo que determinará en gran medida la forma de relacionarse de un individuo en la sociedad, sus relaciones personales y laborales entre otras. A lo largo de estas páginas se tratará la cultura disociada de la cualificación académica, del capital cultural (Bourdieu) o nivel educativo, sin embargo, es importante destacar que éstos también tienen relación con la cultura. Como ya se ha indicado, cultura es “todo,” se dice que estamos determinados por ésta, pero no debemos olvidar que el individuo también transforma la cultura, puesto que somos agentes activos (heredamos la cultura pero también la modificamos).
Por otra parte cabe destacar que cultura y sociedad son conceptos estrechamente vinculados, pudiendo haber en una misma sociedad diferentes culturas y siendo imposible hablar de ésta sin hablar de sociedad. Por tanto se restringirá el uso de la palabra cultura a los significados y valores que los hombres de una sociedad atribuyen a sus prácticas. Así pues, definiremos la diversidad cultural como la diferencia, variedad, disparidad y heterogeneidad de creencias, religiones, idiomas, formas de vestir, pensar, valores, etc., que se manifiestan y conviven en una misma sociedad, es decir, multiculturalidad.[1] Debido a la similitud semántica entre multiculturalidad e interculturalidad consideramos oportuno destacar que interculturalidad, al contrario que multiculturalidad, hace referencia a la interacción, relación entre individuos con diferencias culturales (Maila, 2004).
CULTURA

A través de la cultura el hombre ve el mundo, da un sentido a la vida en sociedad, orienta las relaciones con los otros y guía la coexistencia de las sociedades entre sí. En ella están implícitos los valores comunes y propios, también es un signo de pertenencia, es un medio de socialización, educación y formación de la parte colectiva de la identidad de los seres humanos, así pues es tradición o transmisión. Preservar los lugares simbólicos de pertenencia y perennizar los canales de la transmisión es trabajar por la salvaguarda de las culturas y obrar con vistas a la Diversidad Cultural, es una forma de ver a los otros y relacionarse con ellos, es también la entrada a lo intercultural. ¿Serviría de algo una cultura que no tiene en cuenta a los otros en sociedades tan plurales como las nuestras? Toda cultura está orientada hacia los otros y en ella surge la dialéctica de las relaciones interculturales, siendo la interculturalidad una puerta hacia una cultura de paz y cooperación entre conjuntos diversos y plurales (Maila, 2004).
EXPRESIONES CULTURALES
   Por “expresiones culturales” se entienden a las distintas manifestaciones de la creatividad de las personas y de los grupos sociales. Estas manifestaciones comprenden, entre otras, las expresiones transmitidas a través de las palabras (literatura, cuentos, etc.), el sonido (música, canción, percusión, etc.), las imágenes (fotografías, película, etc.) en cualquier tipo de soporte (impreso, audiovisual, informático, etc.), o a través de cualquier acción (danza, teatro, etc.) u objetos (escultura, pintura, partitura, etc.). La Diversidad Cultural se refiere a la multiplicidad de formas en que se expresan las culturas de los grupos y sociedades. (UNESCO, 2005)
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    Cabe destacar que en el momento presente, el Patrimonio Cultural Inmaterial, se encuentra en una peligrosa situación de vulnerabilidad, ya que dicho Patrimonio se compone principalmente por normas internas, ritmos, significados, símbolos compartidos, etc., que forman una unidad desde la perspectiva de la comunidad portadora, de su voluntad, sus criterios, sus valores y sus necesidades en cada momento de su historia. Al contrario que la dimensión material, la inmaterial está, en la actualidad y de forma creciente, más sometida a influencias exteriores y a contradicciones que la hacen vulnerable (Plan Nacional de Salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial, 2011).
     Tal y como destaca el Plan Nacional de Salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial, debido a las migraciones y la homogenización de la población, muchos de los bienes inmateriales están perdiendo el arraigo que hasta hace poco les caracterizaba. Además, las tecnologías de la comunicación proponen mensajes que homogeneizan las pautas de vida, las relaciones sociales, los conocimientos, las técnicas y las mentalidades. Esta homogeneización beneficia la multiculturalidad, pero puede restar especificidad, y por tanto valor diferencial a las manifestaciones culturales locales. Las maneras de vivir tradicionales que dieron lugar a lo que ahora consideramos Patrimonio han evolucionado y se han aproximado a los estándares impuestos por la cultura urbana. Por esta razón, constituye un reto para las autoridades culturales identificar y contribuir a perpetuar el bagaje cultural propio y de las distintas áreas culturales.
GLOBALIZACIÓN Y CULTURA
      La Diversidad Cultural se manifiesta no sólo en las diversas formas en que se expresa, enriquece y transmite el Patrimonio Cultural de la humanidad mediante la variedad de expresiones culturales, sino también a través de distintos modos de creación artística, producción, difusión, distribución y disfrute de las expresiones culturales, cualesquiera que sean los medios y tecnologías utilizados. (UNESCO, 2005).
       La historia de los últimos 300 años es una sucesión de acontecimientos que han vinculado, cada vez más, estrechamente a las sociedades de todas partes del globo. Primero fueron los exploradores y conquistadores, luego las empresas coloniales de las grandes potencias, las emigraciones masivas, etc., hoy es el turismo y los avances tecnológicos. En cuestión de pocos años, las sociedades de todo el mundo han quedado interconectadas a un nivel inimaginable. Los aviones cruzan los océanos en cuestión de horas, y en solo unos segundos pueden transmitirse textos, imágenes y sonidos de un lugar a otro del planeta. Todo este proceso no deja indiferente a nadie (Rodríguez, 2000).
     La evolución de la Diversidad Cultural en el seno de la sociedad global da nuevos apoyos para explicar y comprender las diferencias en el marco de una teoría antropológica de la cultura. La diversidad cultural, que irreductiblemente existe y existirá, erróneamente es entendida desde la praxis como multiplicidad de culturas cerradas cada una sobre su estructura singular (enfoque ideográfico), en lugar de como rasgos y estructuras integrantes de la cultura humana. El fenómeno migratorio sitúa a la especie entera en un mismo contexto, en el que la integración de la Diversidad Cultural redundará en un enriquecimiento mutuo. La evolución cultural produce novedades estructurales cuya posibilidad de difusión es teóricamente indiscutible, y cuya tendencia a generalizarse a toda la humanidad es un hecho frecuente, dando lugar a la globalización, ésta a su vez, en ocasiones, da lugar a relaciones contradictorias de las culturas entre sí (Rodríguez, 2003).
  Cabe destacar que la diversidad cultural existente se ve amenazada por la mundialización, la cultura de cada grupo, se expone a grandes peligros debido a este fenómeno (Maila, 2004).
El espacio mundializado ha dado lugar a la mayor visibilidad de las culturas. El progreso de las tecnologías de la comunicación también desempeñó en ello un papel importante, hizo que la proximidad de las culturas se volviera palpable y que su coexistencia fuera pensable (…) Este intercambio a escala mundial indica una aculturación, una asimilación por parte de cada cultura (…) Sin embargo, en el momento en que surge la diversidad y el pluralismo culturales, la cultura se expone a grandes peligros. Podríamos decir que tres peligros acechan la diversidad cultural (…)
Un primer peligro es que la diversidad cultural se torne en ventaja de una «supercultura», una cultura de culturas, que se impondría desde arriba a todas las culturas, cubriéndolas y volviéndose de algún modo el idioma común de la mundialidad. Éstas últimas quedarían entonces reducidas a un estatuto de «indigencia», dejando a la «supercultura» la función de decir y vehicular las transformaciones del mundo, los nuevos valores y las innovaciones que importan en la vida de los hombres.
El conjunto cultural lingüístico anglosajón está a punto de ocupar esta posición dominante, mediante su lengua, su potencia tecnológica y económica y su influencia en el universo de los medios de comunicación (...) Se encuentran allí reunidos todos los ingredientes de la hegemonía (...) El otro peligro que acecha es el repliegue de las culturas y con ello a la diversidad cultural (…) reducida a los albures del nacimiento, el color de la piel o la afiliación religiosa, da cuenta de la función restrictiva y de exclusión que puede asumir la cultura en ciertas circunstancias.
 Las comunidades y los grupos que no comparten la cultura, la lengua o la religión del grupo más poderoso sufren debido a su diferencia las exacciones más duras. La identidad se vuelve una herramienta destinada exclusivamente a la definición de sí mismo y el principio de una oposición a los otros. El tercer peligro que acecha a la cultura se sitúa en el plano internacional. La mundialización, antes de ser un acercamiento de los espacios, es un poderoso revelador de desigualdades. (Maila, 2004.)
     Consecuencias de estos aspectos negativos son los frecuentes choques culturales derivados del desconocimiento mutuo, la exclusión social, la tendencia a la asimilación cultural, la existencia de guetos y «nichos» económicos, la baja autoestima individual o grupal, el rechazo, la xenofobia, el racismo, etc. Es «el mundo patas arriba» en expresión afortunada de Galeano (1998) (citado por Rodríguez, 2000).
      La globalización ha supuesto el nacimiento de relaciones entre las culturas, tomando rasgos distintivos las unas de las otras mediante la mezcla y el mestizaje, integrando cada una de ellas sus rasgos específicos en su espacio social y simbólico propio. Muy lejos queda la época en que los pueblos intentaban imponer a otros sus normas y valores mediante la fuerza. Por tanto este intercambio a escala global denota una aculturación y asimilación por parte de cada cultura de la esencia y sustrato de las otras.
 

Por otra parte, la identidad cultural y colectiva debe ser un constructo que tenga en cuenta las raíces culturales propias junto a la apertura hacia nuevas influencias y aportaciones. De este modo, la interculturalidad dista del simple respeto pasivo a la presencia de otras culturas en nuestro entorno, ello puede conducir a la consolidación de guetos que tarde o temprano pueden entrar en conflicto. Así pues, potenciar los procesos que promuevan la interculturalidad, supondrá una garantía para la consecución de una sociedad mejor. Por tanto es tarea de todos, de la sociedad en general, contribuir a fomentar este fenómeno, pero lo cierto es que no es así, se atribuye la mayor parte de esta responsabilidad al sistema educativo, ciertamente la escuela juega un importante papel, pero la promoción de la interculturalidad no debe dejarse solamente a esta institución como si de un conocimiento formal se tratase, puesto que ésta abarca muchos más espacio que los estrictamente formales (Rodríguez, 2000).

EDUCACIÓN Y CULTURA
Todos estos procesos globalizadores tienen gran repercusión y la educación no es una excepción, ésta también se ve afectada por dicho fenómeno. Merino y Muñoz, (citados por Arnaiz y Martínez, 2000) dicen que en España, en la década de los ochenta, hablar de Educación Intercultural equivalía a una educación para extranjeros inmigrantes, cuando en realidad por Educación Intercultural debemos entender la educación de todos, lo cual facilitará la convivencia dentro de una sociedad multicultural. "La educación intercultural es, pues, un concepto construido sobre ideales filosóficos de libertad, justicia, igualdad y dignidad humana que deben estar contenidos en los documentos institucionales que rigen la vida de un centro.
La educación intercultural deberá ayudar a todos los alumnos a desarrollar autoconceptos positivos y a descubrir quiénes son en tanto sí mismos y en términos de los diferentes miembros del grupo, ofreciendo conocimiento sobre la historia, la cultura y las contribuciones de los diversos grupos a través del estudio de las diferencias en el desarrollo, la historia, la política y la cultura que los caracterizan. "Se entiende que dicha diversidad ha de favorecer el enriquecimiento cultural recíproco, desarrollo de valores (solidaridad, tolerancia, etc.), profundización en la democracia (interculturalismo, participación, coeducación, etc.).
Sin embargo, es más frecuente la aparición de problemáticas derivadas del desarraigo, de la barrera idiomática, de la situación administrativa-legal, de procesos selectivos siempre en detrimento de los sectores más desfavorecidos de la población, de las carencias en políticas educativamente integradoras, de los insuficientes planteamientos de Educación Intercultural por parte de los diferentes agentes educativos, etc. (Rodríguez, 2000).
     La educación surge de la vida de los colectivos interesados, de sus valores y experiencias y de sus expresiones culturales, debe ir más allá de incluir a los excluidos y perdedores. Es, en definitiva, una propuesta ética, política y pedagógica de transformación para la construcción de una sociedad verdaderamente intercultural, cimentada sobre la vivencia de los derechos y el cumplimiento responsable de los deberes y obligaciones. Sociedad, en consecuencia, participativa, en la que se respetan la diversidad y las diferencias, capaz de garantizar a todos el disfrute de los bienes de la modernidad y el pleno ejercicio de la ciudadanía. (Rodríguez, 2000, p. 10)
     Tal y como cita Rodríguez (2000) en palabras de Tedesco (1995,73), «ningún sistema basado en la exclusión y el autoritarismo puede ser sustentable en el largo plazo. Es por eso por lo que la demanda de calidad para todos, basada en el supuesto según el cual todos los seres humanos son capaces de aprender, constituye la alternativa socialmente más legítima. Esta exigencia de democratización en el acceso al dominio de las competencias socialmente más significativas tiene, además de un componente ético, un evidente fundamento sociopolítico».
      En la actualidad y con la vista puesta hacia el futuro, se muestra patente la necesidad de una primacía de las relaciones interpersonales, el dominio de ciertos lenguajes, la educación de los sentimientos, como motores de la conducta humana. En pocas palabras, hacer personas con capacidad de respuesta al mundo actual y creadores de futuro (Rodríguez, 2000).
     En los países industrializados se habla de la «exclusión» como un fenómeno social, económico y cultural de importantes proporciones, y una de las grandes tareas de la educación en el futuro inmediato es contribuir a disminuir esta marginación de numerosos grupos (minorías, inmigrantes, marginados sociales etc.). (Rodríguez, 2000, p. 6)
     La Educación Intercultural pretende conseguir en todos los alumnos de todos los centros, a través de cualquier área y ámbito curricular, una sólida competencia cultural, o lo que es lo mismo, toda una serie de actitudes y habilidades que les capaciten para saber estar, convivir y responder adecuadamente en una sociedad diversa, plural, democrática y multilingüe. (Arnaiz y Martínez, 2000, p. 5)
    Sin embargo, se puede ver cómo determinadas prácticas escolares mantienen, acentúan y legitiman las desigualdades sociales del alumnado, a base de no reconocer y de no valorar sus diferencias culturales. En muchas ocasiones el modelo educativo subyacente en la realidad educativa multicultural oscila entre un modelo asimilacionista y el modelo compensatorio nada favorecedores para las minorías étnicas. Frente a esto, debería ser posible una escuela igual y eficaz cuya influencia supere las diferencias iniciales del alumnado de grupos socioculturales diferentes, haciendo realidad los principios de igualdad y equidad (Arnaiz y Martínez, 2000).
      (Borrull y otros, 1997; Arnaiz y Villa, 2000) (citados por Arnaiz y Martínez, 2000) plantean que el profesorado se siente insuficientemente preparado para atender al alumnado diverso culturalmente, la carencia de estrategias didáctico-organizativas necesarias para la consecución de los objetivos hace que parte del profesorado ante la incapacidad de enseñar a estos alumnos/as, deje de sentirse responsable del aprendizaje de ellos. A todo ello hay que sumarle que los docentes se enfrentan frecuentemente a problemas como no conocer el nivel educativo y curricular del que procede el alumnado, y que muchos alumnos/as no tienen documentación escolar o está escrita en un idioma de difícil o nula comprensión para los occidentales. Lo expuesto anteriormente refleja el panorama desolador con el que se encuentra este alumnado y reduce notablemente las posibilidades y probabilidades de que estos tengan éxito en el sistema educativo.
   Por otra parte, está el problema de la barrera lingüística, ésta no solo dificulta el aprendizaje y repercute de forma negativa en la participación del docente en el aula impidiendo el aprendizaje significativo, sino que también plantea grandes interrogantes acerca de ¿qué tipo de actuación o actuaciones educativas serían las más correcta? A su vez, da lugar a la valoración de si estas políticas son beneficiosas o perjudiciales para las minorías étnicas y en qué medida. Ante esta situación, cabe preguntarse qué tipo de actuación educativa sería la más correcta, si una política de inmersión lingüística, o de combinación de la lengua materna con el aprendizaje del español como segunda lengua (Arnaiz y Martínez, 2000).
    Tal y como indican Portes et al. (citados por Arnaiz y Martínez, 2000) es especialmente relevante el hecho de que cuando se incluye la enseñanza en ambas lenguas (mayoritaria y minoritaria), el alumnado permanecen más tiempo en la escuela y no tienden a abandonarla.
    Por todo ello, la Educación Intercultural ha de promover una nueva visión de la inmigración, los estados promoverán que la escuela, la familia y los centros de trabajo sean foros permanentes de sensibilización para la comprensión de la inmigración como algo natural y saludable, evitando así el rechazo, la segregación, asimilacionismo e interaccionismo, tan presente en la inmensa mayoría de los programas, y el racismo hacia las llamadas minorías étnicas y culturales (Arnaiz y Martínez 2000).
    Tal y como decía Abad, (citado por Arnaiz y Martínez, 2000) es urgente, pues, emprender políticas de integración de las minorías inmigrantes en las sociedades receptoras. Integrar es colocar a las minorías inmigrantes en una situación que les permita ser participantes activos en la vida económica, social, cívica, cultural y educativa del país de acogida, convirtiéndose en agentes sociales activos y creativos, capaces de aportar lo mismo que de recibir. En la Convención sobre la protección y la promoción de la diversidad de las expresiones culturales se definió la interculturalidad como la presencia e interacción equitativa de diversas culturas y la posibilidad de generar expresiones culturales compartidas, adquiridas por medio del diálogo y de una actitud de respeto mutuo (UNESCO, 2005).
    “La acepción generalizada del término Interculturalidad hace referencia a la interrelación entre culturas, por el contrario los términos Multiculturalismo y Pluriculturalismo indican simplemente una yuxtaposición o presencia de varias culturas en una misma sociedad” (Arnaiz y Martínez, 2000, p. 5). En la práctica, estos términos se están confundiendo, mezclando y entrelazando, adquiriendo un significado erróneo, dejando diáfanamente clara la necesidad de tomar medidas al respecto.
    En esta línea, Bartolomé (2002:36) (citado por Aneas 2005) ha planteado como en la actualidad la educación tiene que asumir dos responsabilidades fundamentales: la lucha contra todas las formas de exclusión social y la búsqueda de estrategias educativas que favorezcan el desarrollo de valores, y la participación en un proyecto común de sociedad donde cada persona tenga su puesto, su responsabilidad y su tarea.
   Por todo ello, y con vistas al futuro, es innegable el valioso efecto de la misma “en una sociedad en la que todos los que vivimos y trabajamos en ella debemos aspirar a construir un proyecto común de sociedad y aprender a desarrollar en este espacio común compartido, una sociedad democrática. (Bartolomé, 2002:24)” (citado por Aneas, 2005)
COMPETENCIA INTERCULTURAL
Para aportar claridad al tema y ver más claramente reflejada cuál es la situación actual y cuál la deseable, es imprescindible destacar el valor de la Competencia Intercultural en los diferentes contextos. En los ámbitos profesionales, la Competencia Intercultural de una persona implicaría que se está calificándola como “hábil, eficiente o apta para desarrollar sus tareas y funciones en contextos profesionales multiculturales”, pero esta capacidad comporta toda una serie de requisitos, actitudes, destrezas y conocimientos que son los que permiten a dicha persona dar una respuesta adecuada a los requerimientos de tipo profesional, interpersonal y afectivo que emergen de los citados contextos multiculturales.
     La realidad es que en la actualidad y con vistas al futuro, ésta es una necesidad, por lo que dicha competencia ha de convertirse en un elemento clave y una base primordial para el ejercicio de la ciudadanía por parte de aquellas personas que se encuentren en contextos multiculturales.
 Las bases que determinan dicha competencia intercultural se podrían establecer a partir de dos grandes ámbitos, por un lado, la cualificación profesional y, por otro, las bases psicosociales de las relaciones interculturales. Estas bases permitirán relacionarse y superar los posibles retos y dificultades que puedan surgir debido a las interacciones culturales (Aneas, 2000).
   Así pues, que quede claro desde un inicio: la Competencia Intercultural es un atributo transversal, valorable y útil a todas las personas que trabajan, estudian e interaccionan con personas de otras culturas y, por lo tanto, posible recurso para el correcto ejercicio de la ciudadanía.
    Por último, señalar que el fomento y desarrollo de la competencia intercultural a través de medidas educativas que generen cambios duraderos, sostenibles y fácilmente heredables de generación en generación, en mi opinión,  supone una magnífica herramienta para paliar los frecuentes procesos de Violencia Simbólica (Bourdieu), evitando que se imponga una cultura que sólo es la de la clase dominante, además de los choques existentes entre las diferentes culturas, producto de las actitudes negativas que hay sobre la diversidad cultural.
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[1] Apuntes de clases de Sociología de la Educación, profesora Maria del Mar Noda
 

 
BIBLIOGRAFÍA

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